Trip Report: La Habana, verano de 2017
por: René Fernando Ochoa"El impulso de reprimir, sospechaba, había dado a luz a todo esto, pero quería ver cómo."
Johann Hari: Chasing the Scream: the First and Last days of the War on Drugs
He querido entender la guerra contra la droga. He querido muchas veces gritar ¡Pinga, pinga, pingaaa! Es considerable el sufrimiento que causa esta guerra, duele, y sigue doliendo. Estas páginas surgen con la intención de hacer un trip report a una experiencia con haschis una tarde noche de verano en La Habana, Cuba. Presencié una detención a unos chicos que habían practicado sexo y consumido drogas. Los comentarios que salían desde la casa del dealer. Y una fiesta de los niños ricos, hijos de la cúpula del poder castrista de la isla.
I
Sexo y la edad de la inocencia
Estoy en un pequeño pueblo pesquero a las afueras de la ciudad.
Hay mucho azul en el paisaje.
Voy sobre ruedas amarrillas.
Huele a infancia todo.
Pero hay una guerra.
Le dicen la guerra contra la droga.
Una casa de madera. Un punto doloroso en la imagen.
Ella está inmóvil. Hay gritos. Perros. ¡Policía!
En unos días cumplirá quince años.
Hace dos meses Ella lo conoció a Él.
"¡Ay, ay sí papi, ay, pinga qué rico! Ay me vengo, me vengo me vengo…"
Ella le cuenta todo. Sus sueños. Su infancia. Su padre. El deseo por las mujeres. Las cosas que no sabe nombrar.
Él tiene diecinueve años.
Él le dijo a Ella:
"También te amo. Vámonos juntos."
Un pueblo de montaña. Doscientos habitantes. Aburrimiento.
Ciudad. Ella quiere estar más cerca de la ciudad. Hacer es más fácil en la ciudad.
Ella sabía dónde estaban las matas de marihuana (Cannabis sativa) de su tío.
La fumaron esa noche.
"Si cogemos de una sola mata podemos comprar un celular."
Los compañeros de trabajo de Él comprarían enseguida.
"Qué rico, sí claro, así les mandamos fotos a las muchachas de los grupos esos de Telegram que me dijiste.
Vámonos"
La policía intervino.
Una brigada de siete oficiales.
Dos perros.
Algunos civiles.
Las buenas costumbres se mantienen con tolerancia cero.
Se defienden a sangre y fuego.
El país tiene enemigos.
Asechan.
La policía dice algo de intervención militar
Él pasará un buen tiempo en la cárcel
Ella necesita mantener la inocencia.
Murmullos. Los vecinos se alejan. Indolencias. Morbosidad también.
Él se metió con algo que no debía: drogas y corrupción de menores.
"Está jodido, qué pena con su madre," dicen.
Un ángel surca el cielo.
Grita y oye un grito
II
Raulito el Brujo
"¿Qué pasó?"
Pregunta Raulito el brujo, desde el tejado de su casa.
"Hombre, lo cogieron con droga y con menores."
Dice una de las voces del vecindario.
"¡Es que está comiendo pinga, no se puede ir por la vida así!"
Raulito el brujo.
Uno de los tantos dealers de los barrios periféricos.
De los pocos que no ha ido a la cárcel.
¿Por qué el brujo?
Era 1993. Tenía dieciséis años. Raulito estaba en el internado “La Gran URRS”.
La crisis económica era aguda, llana y esdrújula.
Las noches eran largas.
Raulito preparó un té para el resto de los estudiantes.
Las flores de campanilla (Brugmansia candida). Dicen que son psicoactivas. Su mamá las usaba para curarle el asma.
Al fuego: un poco de leña; una olla inmensa y unas flores de aquellas.
Alrededor de trescientos alumnos. Una fila. El té antes de dormir.
Raulito despertó a las tres de la madrugada.
Los ojos de un mono le respiraban en su cara.
Corrió hacia los pasillos.
Estudiantes intentaban sacar líneas de mantequilla de las juntas de cemento en las losas del suelo.
Cuatro muchachas enseñaban sus tetas a un gigantesco cuadro de Lenin.
"¡Todo esto es tu culpa repinga! ¡Toda esta pinga es tu culpa, so singao!" Le gritaban las cuatro chicas al cuadro.
Delirante.
Nadie pudo subir a las azoteas. Había cinco candados en cada puerta.
Al día siguiente Raulito dijo que no sabía nada acerca de la planta.
Había hambre. Esa fue su razón.
Le pareció que un té caliente les iba a ayudar a dormir con algo en el estómago.
Los profesores decidieron dejar la situación ahí.
Por esos años su madre, qué en paz descanse ahora, empezaba una relación con un policía.
El padrastro de Raulito es el actual jefe de policía de la zona.
Ya casi anochece.
Un carro espera los servicios de Raulito el brujo.
Y por ahí, por ahí también pasa un ángel.
III
La fiesta
Límites del pueblo. Una avenida. Lujosas casas a pie de playa. En el canal marino de Santa Fé. La fiesta de cumpleaños de Paolo Castro.
Llega un carro.
Su chofer le extiende la mano. Paolo recibe la coca (Erythroxylum coca, o algo similar) y la hierba encargadas.
"¡Pinga, solo esto por trescientos dólares!", dicen sus amigos.
Varios de ellos entran al carro.
Esnifan.
Preparan los tacos.
Paolo se gira. Su madre sale de la casa.
El chofer de la doctora Mariela la espera.
"Diviértete nene, me voy un poco temprano, mañana necesito estar en el desfile del primero de mayo con tu abuelo.
Ok, mamá." Le da un beso y se larga.
¿Ella puede dormir tranquila esa noche?
¿Cuántas madres pueden dormir tranquilas?
La vista en fuga.
Un techo donde un hombre carga unas tejas de zinc.
Es alto el edificio.
El hombre parece un ángel de plata, con alas de dos metros.
Brilla.
Brilla como si quisiera gritar algo.
Referencias
https://www.juventudrebelde.cu/cuba/2019-11-14/la-batalla-contra-las-drogas-es-interminable
https://chasingthescream.com/getinvolved/
*Pinga es una palabra polisémica. En Cuba se asocia con el órgano genital masculino. Dependiendo la expresión o el contexto donde se ubique denota positividad o todo lo contrario.